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La azarosa historia de Juan Brizuela, un perseverante profesor universitario venezolano

La azarosa historia de Juan Brizuela, un perseverante profesor universitario venezolano

El caso de Juan Brizuela podría pasar como el de uno de los muchos profesores universitarios de Venezuela que desde hace algunos años se ganan la vida de una manera distinta a la docencia, pero sin abandonar el aula.

Lo que hace de la suya una historia particular, es que después de haber renunciado a su cargo como profesor ordinario de una universidad pública, y después de haber sentido en carne propia los sinsabores de ser un explotado en otro país, haya vuelto a la misma universidad con el mismo cargo y los mismos afectos, pero en condición de contratado.

Este matemático de 40 años de edad formó parte de la legión de venezolanos que en 2017 salió forzosamente de su país ante lo que se veía venir.

Las protestas que sitiaron las principales ciudades, la brutal represión, la escasez de bienes básicos y medicinas, y unos padres que no podían mantenerse con una pírrica pensión de seguridad social, fueron determinantes en la decisión que tomaron él y su esposa, Lidia Jaqueline, de marcharse al Perú en diciembre de aquel año.

Creo fue un error escoger a Perú. Para allá se fueron muchos venezolanos y eso ha generado problemas”, asegura.

En Lima, Brizuela consiguió trabajo en un colegio privado en el que debía administrar 14 asignaturas, limpiar los salones después de cada clase, almorzar con los alumnos y chequear, muy temprano en la mañana, si los estudiantes estaban debidamente uniformados antes de entrar a la institución.

Ellos tienen muchos días festivos, el Día de la Madre, el Día de la Raza. Para todo esos eventos yo debía ordenar los espacios, mover pupitres, limpiar, vaciar y llenar potes de agua. Era bedel y maestro”, recuerda el profesor.

Con el salario mínimo de 900 soles que ganaba en el colegio, Juan debía comprar comida, pagar el alquiler de un modesto apartamento y enviar algo de dinero a sus padres. A su esposa, ingeniera industrial con una maestría en impacto ambiental, no le fue posible conseguir empleo. Ser mujer y venezolana en ambientes laborales en los que priva la cultura sexista, impedían cualquier intento de desempeñarse profesionalmente en su área.

En ese contexto de limitaciones, surge la idea del emprendimiento de producir pan de jamón para la comunidad de migrantes venezolanos. Luego de la agotadora jornada en el colegio, Juan acompañaba en las noches a Lidia Jaqueline a vender panes y tortas en las frías calles de Lima.

Volver con dignidad

Lidia Jaqueline y Juan Brizuela estaban agotados por las largas jornadas de trabajo. Ella empezó a sentir dolores en la cervical y él contaba con pocas horas para reponerse de la faena diaria. Cuando supieron que ya no era necesario hacer largas colas para comprar un rollo de papel sanitario o un kilo de harina en Venezuela, y ante las condiciones de salud de la esposa, el matrimonio decidió volver a su tierra.

Nuestros compañeros nos decían que ya no había colas, que eran más caros los productos pero que se conseguían, así que optamos por regresar en enero de 2019. Algo podíamos hacer para mantenernos; afuera apenas alcanzaba el dinero. Antes de irme de Venezuela había terminado la carga académica de la maestría en Educación en Salud, la retomé y en diciembre de ese año ya había presentado el trabajo de grado. Como la crisis económica seguía, decidimos retomar el emprendimiento que teníamos en Lima, pero esta vez en Barquisimeto”, explica Brizuela.

Desde entonces, él y su esposa viven de la venta de tortas. Ella y sus hermanas las elaboran y él las reparte en bicicleta, oficio que lleva a cabo fuera del horario de clases en línea que imparte en las escuelas de Enfermería y Medicina, y en el posgrado de Educación en la UCLA. Brizuela acaba de iniciar un doctorado en Educación en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador y está casado con Lidia Jaqueline desde hace nueve años.

Si las proyecciones profesionales se dan en los términos que él espera, Brizuela podría ser una de esas excepciones de docentes que han concursado y ganado en dos oportunidades por la misma plaza y en la misma universidad.

Juan Brizuela es profesor de Bioestadística e Investigación en Salud en el Decanato de Ciencias de la Salud de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA), de Barquisimeto. No quiere irse de su país nuevamente y aspira a vivir honrada y dignamente de su profesión hasta que sus facultades lo permitan. Creyente fervoroso, el profesor Brizuela pone en manos de Dios su destino.

La UCLA le abrió las puertas nuevamente

Juan Brizuela llegó a la docencia cuando la crisis se instalaba en las universidades venezolanas debido a la reducción presupuestaria que les aplicó el Gobierno central. Licenciado en Matemática por la UCLA en 2010, sintió que debió seguir los pasos de sus maestros en el aula. Con la contratación simultánea en varias casas de estudio, pudo mantenerse en esos primeros años como profesor.

Tenía unas horas en el Pedagógico, otras en la Universidad Yacambú, en el Tecnológico Antonio José de Sucre, en la Universidad de la Fuerza Armada de Barquisimeto y de Chivacoa, en Yaracuy. Una mañana estaba en una universidad, en la tarde en la otra; los miércoles me iba a la Unefa y así estuve un buen tiempo”, afirma.

Un día de 2013, mientras acompañaba a su esposa para inscribirse en un posgrado en salud ocupacional, Brizuela conoció a la profesora Damelys Daza, quien tenía 25 años de servicio en la UCLA y estaba por jubilarse. Daza le conminó a que entregara sus credenciales en la Universidad, ya que requerirían de un docente que sustituyera a los que estaban por retirarse en el área de estadística, que es muy importante para los registros sanitarios. Lo contrataron y en 2014 ganó el concurso de oposición para el cargo de profesor de Bioestadística. En 2017 renunció y en 2019 estaba de vuelta.

Véngase, excelente, me dijeron en el Decanato. Me han tratado muy bien. Regresé a la UCLA como contratado. Pedí la reincorporación como ordinario pero me explicaron que administrativamente no se puede hacer eso. Hay gente que se va de permiso y no vuelve en el tiempo previsto, eso genera problemas porque la universidad no puede contratar a otro profesor. Al parecer, me va a tocar concursar otra vez, no tengo problemas; lo haré nuevamente”. Brizuela ejerce desde entonces la docencia en las escuelas de Medicina y Enfermería.

La estadística es su pasión. “La matemática pura, el álgebra abstracta me dieron muchos dolores de cabeza en la universidad cuando era estudiante. Pero la matemática aplicada como el cálculo y la estadística es algo fascinante”, confiesa el profesor Brizuela, quien pese a las adversidades es agradecido con Dios y con la vida por las oportunidades que ha tenido.

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